La gente como yo no aspira a tener finales felices
La gente como yo no aspira a tener finales felices.
Normalmente tenemos principios y nos quedamos a medias.
Es algo que no falla, porque siempre fallamos.
Sin tener nada, intentamos darlo todo.
Y sin esperar nada, seguimos teniendo esperanzas.
La gente como yo lo hace lo peor que puede.
No tenemos remedio.
Aunque ojalá.
Y siempre nos echamos la culpa, por imbéciles o por no saber qué ha ido mal.
Y nunca olvidamos, aunque digamos lo contrario.
Exigimos la verdad por encima de todo, aunque mate.
Aunque al final acabemos mintiéndonos de más.
Somos contradictorios.
A la gente como yo no le gusta enamorarse y no sabe qué responder a un “te quiero”.
Estamos jodidos y esperamos que nunca nadie se dé cuenta.
La gente como yo esconde sus sentimientos tan mal que acaba fusilándolos.
“No sé” es nuestra respuesta más común.
No sé.
La gente como yo salta los muros que ha construido a su propio alrededor, solamente para asegurarse de que siguen teniendo puntos débiles, y de que aún no se han entumecido del todo; que siguen siendo humanos.
Y después los construyen más altos.
La gente como yo suele morir en cada intento.
No aprendemos y continuamos suicidándonos, porque ya nos da bastante igual.
A ti, que lees esto, no te recomiendo que cojas cariño a gente como yo.
Les asusta demasiado.
La gente como yo es complicada e inestable, quema hasta su propia hoja de instrucciones sólo por verla arder.
Y nos la suda el guión.
No sé si me explico.
No sé.
La gente como yo no tiene ni idea de lo que hace; improvisa.
Cuando la cagamos, somos capaces de cagarla aún más.
No se nos da bien vivir.
No se nos da bien sentir.
Excepto autodestruirnos.
Eso se nos da de puta madre.
Sólo me queda decir que, ojalá, no te topes con ninguno de nosotros.
Porque acabaremos yéndonos o echándote, sin querer.
Y peor aún: volveremos.